Textos por: Cinthia R.
Estilismo y fotografías: Luis Ángel Murillo
Modelo y makeup: Alondra Murillo
La brisa soplaba con fuerza, eran las tres de la tarde y las laminas en el techo no dejaban de sonar. La casa se mecía de lado a lado, como hecha de ramas de bambú, al borde de un precipio oscilando entre parar o saltar.
Entonces, lloraba. Le lloraba a su recuerdo.
Hace mucho tiempo que se fue sin dar la media vuelta, sin dar una respuesta. En ocasiones lo sentía muy cerca. Siempre escuchaba pasos fuertes en el camino de tierra, como un eco de su recuerdo, una pesadilla dentro de un bucle de tiempo; corría a asomarse a la puerta metálica, pero no había nadie.
Nunca había nadie.
Los días eran eternos desde su partida. Las horas pasaban, los visitantes llegaban despojándole de toda dignidad, pero su mirada permanecía en la entrada, a la espera de su llegada. Porque se fue dejándolo todo, pero la casa quedó vacía.
Susurros en el viento, olor a menta fresca y la sensación de una paz inalcanzable, que le aseguraba que seguía ahí, que iba a volver, que merecía su presencia.
Pequeñas gotas de agua comenzaron a caer sobre la casa, una a una llamando a sus amigas para darle el veredicto. Entonces hubo silencio.
Hasta que se volvió una tormenta y arrasaron con la pena.
La siguiente semana la humedad creó moho en las paredes. Con una escoba y detergente restregaba vehemente. Poco a poco el olor a menta fresca fue sustituido por lejía y vergüenza.
Lo primero en caer fue su nariz.
¡Pobre alma desolada! Lloraba derrotada abrazándose las piezas del alma, que advertían con soltarla. ¿Cuándo cumpliría su condena?
Pero no los dejaba, seguía invitándolos a pasar.
Con un hilo rojo se amarró las partes del cuerpo que amenazaban con salirse de su cause, arrastrando los pies, caminaba con cautela para no tropezar y tener que recogerse a pedazos del suelo.
Los invitados se hicieron cada vez menos frecuentes, alertados por su falta de interés, no entendían su afán con mantenerse de pie. Eran ellos los que se debían satisfacer.
Regresen, regresen, regresen.
Gritaba con fuerzas y maldecía al frío y la indiferencia que le entumecieron el corazón. Entonces comenzó a desmoronarse porque entendió que lo había perdido.
En una pequeña casa en la colina donde el viento mecía el día a día, la soledad como únicacompañía, las agujas del reloj corrían y corrían, pero la vida ya no seguía.
Ajustándose la nariz, cayó su brazo. Luego el cabello, un hombro, la pierna izquierda, después laderecha y de golpe cae al suelo. Intentaba con una mano ajustar la cinta, aletargando su fin, peroera muy tarde. Esta le apretaba el torso cortándole la respiración. Lacerándole las muñecas, giró, se enredó, se apretó y se cansó.
Cerró los ojos. No volvió a abrirlos.
Hasta ahora.
No me fui.
Pero entiende.
Tú.
Fue lo último que perdiste.
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